Thursday, November 10, 2005

ANA TOGUCHI

Mi maestra Luchita Negri es una de las razones que tengo para mirar al cielo y dar gracias a Dios por ponerla en mi camino. Como mi maestra que la iba a entender mi alma y que me iba a transmitir su amor por la música. Sin importarle el excesivo sudor de mis manos, trabajó conmigo como con las más aptas de sus alumnas, dándome todo lo que poseía de amor y conocimiento del piano y la música. Hizo que descubriese mis condiciones para enseñar como un medio de subsistencia. Por eso ella, mi “sensei de piano”, como la llamábamos en casa, tornó diferente mi vida. Logró hacerme sentir necesaria y útil, haciéndome descubrir una profunda vocación de maestra. Soy testigo del regocijo con que veía el florecimiento de cada uno de sus alumnos. Mi padre me dio un día: “Recuerda siempre a quien te enseñó lo que has aprendido de piano y de música” y yo digo que ella fue mi maestra y guía aún en más cosas. Me dio su sabiduría con bondad, a través de sus consejos. De ella aprendí a luchar, a ver que la vida siempre trae luces y alegrías. Fui testigo de su inmenso amor por su hijo Marquitos. Este niño que vivió más de treinta años había nacido autista. Su madre nunca desfalleció al cuidarlo amorosamente, a pesar de tener que cumplir tan consagradamente con su labor de maestra de tantos alumnos; guardo en mi corazón muchos bellos y felices recuerdos de cuanto compartimos. Agradezco su interés abnegado por los que tuvimos la suerte de ser sus alumnos y por todo lo que recibí de ella, mi inolvidable “sensei”. ANA TOGUCHI 26/04/05